Este 26 de junio se cumplen cincuenta años del fallecimiento de san Josemaría Escrivá de Balaguer, sacerdote y fundador del Opus Dei. Un sacerdote aragonés del siglo XX. Se trata de una figura eclesial que sigue suscitando interés, devoción y también, en ocasiones, cierto debate. Medio siglo después, su mensaje central de santificación en medio del mundo no ha perdido fuerza: al contrario, resuena con renovada actualidad en una sociedad sedienta de sentido, autenticidad y trascendencia.

San Josemaría: un mensaje para nuestro tiempo

San Josemaría nació en Barbastro en 1902 y falleció en Roma en 1975. En el transcurso de su vida fue testigo de guerras, dictaduras, modernizaciones sociales y profundas transformaciones culturales. Frente a los grandes desafíos de su época, no propuso una evasión del mundo, sino una inmersión transformadora: una llamada a buscar a Dios en el trabajo, en la familia, en la vida cotidiana. “Allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo”, dijo en una homilía pronunciada en 1967 en el campus de la Universidad de Navarra.

Este mensaje —revolucionario en su momento y profundamente evangélico— desarrolla la idea de que la vida cristiana puede vivirse en espacios apartados del mundo y también en medio del mundo. San Josemaría insistió sin descanso en el protagonismo de los laicos, hombres y mujeres, y en la dignidad de lo ordinario. En una Iglesia que aún vivía bajo fuertes clericalismos, su intuición se adelantó a muchas de las afirmaciones que años después recogería el Concilio Vaticano II (1962-1965). En una ocasión, un alto personaje de la Curia dijo a don Álvaro del Portillo, primer sucesor de Escrivá, “Ustedes han llegado con un siglo de anticipación”.

San Josemaría Escrivá

El trabajo como camino de santidad según san Josemaría

En su predicación insistió en la libertad personal, la responsabilidad individual y la colegialidad y sinodalidad, la coherencia de vida y el valor del trabajo bien realizado como camino de santidad. Pero no como una exaltación del mérito o del esfuerzo humano sin más, sino como expresión de amor a Dios y a los demás. En palabras suyas: “Hacer del trabajo oración”.

Cincuenta años después de su muerte, cabe preguntarse: ¿sigue siendo relevante su mensaje? La respuesta parece evidente. En un mundo emocionante, desgraciadamente fragmentado, polarizado y, en ocasiones, superficial, las enseñanzas de san Josemaría proponen una vida auténtica, coherente, centrada en el amor de Dios y vivida con pasión por el mundo. Un mundo al que no hay que temer ni rechazar, sino mejorar desde dentro y cuidar como creación de Dios.

El legado de san Josemaría hoy: santidad en lo cotidiano

Su legado se concreta hoy en miles de personas en los cinco continentes. Hombres y mujeres que tratan de vivir con coherencia cristiana sus responsabilidades familiares, profesionales y sociales. No se trata de hacer cosas raras, sino de hacer lo ordinario de la mejor manera posible: con entrega, con fe, con optimismo, con espíritu de servicio.

Es cierto que su figura no ha estado exenta de críticas y malentendidos. Algunos han interpretado su mensaje como elitista; otros lo han vinculado a posturas políticas que nunca fueron suyas. La historia, sin embargo, acaba poniendo las cosas en su sitio. Y lo que permanece es su testimonio de vida, que atrae y mueve a muchas personas en todo el mundo y su amor apasionado a Cristo y a la Iglesia. En este aniversario, lejos de anclarnos en la nostalgia, se nos invita a actualizar su propuesta. A mostrar con obras —más que con palabras— que la santidad es posible aquí y ahora. Que no es privilegio de unos pocos, sino llamada universal. Y que, como él solía repetir, “o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca”.

San Josemaría fue un hombre de su tiempo, pero también un profeta del nuestro. Su mensaje no pertenece al pasado: interpela al presente y proyecta esperanza hacia el futuro. Cincuenta años después, sigue diciendo a cada cristiano: tu vida puede ser santa. En tu casa, en tu despacho, en tu taller, en tu aula, en tu deporte, en tu diversión, en tu hogar. Ahí te espera Dios.

Santiago Zayas. Subdirector de Desarrollo Corporativo de Gaztelueta

 

 

 

Identidad cristiana y educación en valores